lunes, 29 de junio de 2009

La gente que vota por el cambio


Provengo de una familia de gente trabajadora. Me crié en un barrio alejado del centro, con calles de tierra. Éramos una familia común, de clase media. Formo parte de la primera generación de profesionales universitarios en la familia. Hemos vivido al día, nunca me faltó lo básico, pero seguro que nunca nos sobró la plata. Mis viejos invertían todos sus pesitos en la casa. Explico todo esto como para que el que lea se dé una idea desde dónde hablo. Y tal vez pueda comprender porqué siento lo que siento. Porqué me siento fuera de lugar, casi siempre, en los círculos en los que tengo que moverme.
Y estas cosas vienen a cuento en relación con las elecciones de hoy. Aunque la reflexión empezó hace mucho tiempo, pero en épocas eleccionarias uno piensa más en estas cuestiones.
No soy una conocedora de la ciencia política. Y tampoco sé interpretar los signos sociales como podría hacerlo por ejemplo un filósofo, o un sociólogo, o un analista. Por eso lo que diga puede sonar medio naif o demasiado superficial, depende.
Desde la infancia siempre he tenido la impresión de que en Argentina sobrevuela constantemente una suerte de prejuicio sobre la pobreza. La pobreza, o mejor dicho, los pobres (porque la pobreza es un concepto abstracto)
Y para muestra, un ejemplo: reunión de sábado a la noche, con asado, quincho, picada, vino. Es en casa de uno de los jefes. Tipo de buen pasar, chalecito en el conurbano, coche, mujer linda, hijas adolescentes. Digamos familia de clase media acomodada. La charla gira en torno a las reglas de tránsito y el respeto a las mismas. Uno de los comensales comenta cómo se maneja el tema del tránsito en Chile. Otro empieza a recordar viajes a EEUU y Europa, lugares donde la gente es “respetuosa” de las normas. En fin. Se comienza a hablar de las reglas aquí, de cómo están hechas, etc. Y allí comienza la primera seguidilla de lugares comunes: que acá todo se hace a medias, que se toman decisiones ridículas, que el scoring es una garcha. Que para qué a la noche por autopista tenés que ir con máxima de 80, que no tiene sentido si no anda nadie por la autopista. Primer pensamiento que se me ocurre mientras escucho: manejar de noche es por regla más peligroso ya que hay menos luz, la visión no es tan buena como en el día, es más probable que te de sueño, de noche uno ya está medio cansado y los reflejos no funcionan igual; ergo, si vas rápido hay más chance de accidente. El marido de una compañera de trabajo cuenta indignado que una noche viniendo por autopista la cámara de no se qué puente de la Gral. Paz le sacó la foto y cuando le mandaron la multa a la casa, la imagen marcaba 177 km/hora… ¡y encima tuvo que pagar la multa! A estas alturas no sé si no se escuchan lo que dicen, porque ensalzan países altamente respetuosos de las normas, pero a ellos las normas les parecen mal… ¡porque son de este país!! OK, este país es una mierda entonces las reglas de este país no sirven, y por lo tanto no se deben respetar. O quien las haga debe pensar en estas especies de espíritus prepotentes que tienen la convicción de que las reglas son para otros. Bien, luego del tránsito, alguien comenta sobre las calles del municipio donde vive el anfitrión (Ituzaingó). Resulta que el intendente (¡se llama Descalzo!!) es un político que está hace años enquistado en el puesto de intendente. La dueña de casa se queja de que “siempre hace obras en un asentamiento (villa miseria) grande del municipio" porque, a su parecer, de ahí vienen los votos que lo eternizan en el poder; "acá en nuestro barrio no produce ninguna obra”, dice. Trato de explicar mi postura: ni ella ni yo seguramente ayudaremos a la gente pobre y por tanto debe hacerse cargo el estado. Me mira perpleja y luego ríe sobradoramente, y me explica que si, que el estado se haga cargo pero no con la plata de los impuestos que ella paga… Una de las dos entendió mal el rol del estado en el cuidado del bienestar de los ciudadanos porque, que yo recuerde, los impuestos se pagan para cuidar el bienestar de todos. Moraleja: los pobres, tontos y manipulables, le dan el voto siempre a la lacra política de Argentina. Me acuerdo de Menem y pienso si todo en definitiva habrá sido culpa de los pobres. Le pregunto entonces si les falta agua corriente, cloacas, gas natural, etc., y me responde que no. Vi que las calles son pavimentadas en ese barrio. Todo muy prolijo. ¿No pasa el camión a recoger la basura tal vez?. No, no, nada de eso. Lo que pasa es que hay poca iluminación en la calle, y por el problema de la inseguridad, se sienten desprotegidos. Me imagino cómo se debe sentir entonces la gente del famoso asentamiento. ¿Cuáles serán las obras que se necesitan en este barrio de gente acomodada?.
A continuación se cae de maduro que la gripe A será tema de conversación. Argumentos: el gobierno no tomó bien las medidas de prevención y ahora la enfermedad se extiende de modo alarmante. Todo mal. Advierto que si uno mira el mapa de OMS en Internet, es notable que la enfermedad se extiende mucho en países donde es invierno en este momento, en lugares con climas frios. Pero a todos les parece débil mi observación. Para integrarme mejor en esta parte de la charla debería haber hablado del negociados del gobierno y la empresa que produce Tamiflu o algo así, y ahí si mi discurso hubiera sido más tenido en cuenta. En otro momento se comenta sobre un aumento de la pobreza. Otra perlita surge entonces: parece que luego del 2001 paulatinamente se había modificado el mapa de la pobreza en la zona, pero ahora se nota que cambió la “clase de gente” y pasan muchos pobres por la calle, “se los ve de nuevo”. En fin….
Hace unos días en Artepolítica María Esperanza Casullo (kirchnerista hasta la molleja, parece) se preguntaba y no acertaba a explicarse quiénes son los votantes de De Narváez. La columnista entendía el voto kirchnerista, el voto a Pino Solanas, incluso el voto al macrismo capitalino, pero no entendía cómo una figura como De Narváez podía suscitar el apoyo de alguien. Bueno, María Esperanza, no hay que buscar tanto. El voto de De Narváez es justamente el de gente como la que describo arriba. Te los presento si no los conocías. Es la gente que nunca se plantea que su situación es un poco mejor que la de muchos, y siempre exigen algo más. Y no es que esto esté mal. Es nuestro deber de ciudadanos exigir al estado el bienestar. Pero no les importa el bienestar general, como dice la Constitución. Sólo es importante su propio bienestar, y los demás que se arreglen, y los pobres que se jodan por no saber planificar... y asi. La palabra repartir no existe en su léxico. Sus preocupaciones son las propias. Entender el país como un todo no entra en esos cerebros. No se imaginan que si las cosas mejoran para los menos afortunados, es posible que a largo plazo podamos ser un país mejor. Manejan una especie de dialéctica del egoísmo. Y esa gente es la que hace ganar a un personaje como el que hoy está ganando en provincia de Buenos Aires, o como los que vienen ganando en la ciudad de Buenos Aires.