jueves, 25 de septiembre de 2008

¿Por qué no sale asi nomás???


Me cansan, me cansan, me cansan las preguntas sin respuesta:
- ¿Por qué llora el bebé???
- ¿Cada cuánto le doy la teta???
- ¿Qué le puedo dar para los cólicos???
- ¿Por qué estornuda???
- Tiembla de frío... ¿lo abrigo más???
- ¿Por qué no quiere comer???
- Usted me dice que está todo bien pero... ¿está todo bien???
La inseguridad y el miedo que aqueja a muchas mujeres luego de tener un bebé es un hecho estudiado, pero también es llamativo que con la preparación que recibe hoy una mujer previo a tener un hijo, se manifiesten tantas dudas en los días siguientes. Y que necesiten tanto reaseguro sobre el manejo de las situaciones. Porque no hablo de mujeres que han parido en el hospital, solas, con apenas algunos controles prenatales hechos y no mucho más; y sin embargo, a pesar de las condiciones poco amigables en las que suelen transcurrir su parto, una vez que ven los ojos de su hijo entienden de qué va todo, y no necesitan repreguntar mil veces las mismas cosas: se dejan llevar por su instinto y allá van.
No: hablo de mujeres que tienen una prepaga, se hacen 8 mil ecografías (tres D, cuatro D, cinco D...), van al curso de preparto, las acompaña el esposo durante el parto tomándoles amorosamente la mano y animándolas, tienen a toda la familia alrededor.... En fin. Así y todo, los días posteriores al nacimiento los viven como si fueran el prólogo de alguna clase de tragedia inexplicada.

domingo, 21 de septiembre de 2008

To cheat or not to cheat


Una tarde de invierno, pocas ganas de hacer nada y un poco de investigación en el cable, pueden conspirar para que se produzca un milagro.
Paso a contar: a punto de dormirme una mini siesta, intento una rápida pasada de zapping. Llegando al canal I-Sat, me encuentro con una película que acaba de empezar. Ya pasaron los títulos asi que para saber más sobre lo que voy a ver, tendré que esperar las propagandas, o recurrir a la revista. Entreveo a Jeff Daniels (actor que me cae simpático... es más: creí estar enamorada de él en mis épocas de adolescente luego de haberlo visto en “La rosa púrpura del Cairo”), por lo que paro con el zapping y me dedico a enterarme de qué viene la cosa. De acuerdo a las primeras escenas deduzco que el personaje de Daniels, Gerald Plecki, es un profesor de ésos que uno podría calificar de entusiasta, enfrentado a un alumnado digamos poco motivado. Comienzo entonces a sospechar que se trata de una de esas películas que los norteamericanos llaman inspirationals, donde se cuenta una historia de superación y... en fin.... el sueño americano y etc.... A pesar de esto sigo mirando porque aclaro algo: me gustan esas películas, me gusta emocionarme y llorar viendo como una manga de perdedores se vuelven ganadores. Después de todo, soñar no cuesta nada en una tarde de invierno.
Bueno, sigo.
La película avanza y ocurre que el profesor (de Inglés, para más datos) decide entrenar al equipo que participará en el Decatlón Académico de las escuelas secundarias de Chicago. Cabe aclarar que la escuela en la que enseña es una de esas escuelas estatales sobrepobladas y con poco presupuesto, tan aptas para las historias ejemplares. Los alumnos no creen mucho en su propio éxito, dado que a la competencia la viene ganando por 9 o 10 años consecutivos otra escuela, privada y con más recursos, Whithney Young, considerada de excelencia académica. A Steinmetz, la secundaria de los personajes de la película, concurren alumnos de bajos recursos, la mayoría de ellos provenientes de hogares bastante quebrados. Sin embargo, una alumna bastante aventajada (Jena Malone) se entusiasma con el desafío y ayuda al profesor Plecki a reclutar el equipo para el Decatlón. Comienzan a estudiar, cosa que deben hacer como tarea extracurricular, y con poco apoyo del colegio. Se esfuerzan y finalmente participan de la prueba, en la que exhiben un desempeño modesto, quedando apenas en el quinto puesto. Pero este puesto les permite pasar a la competencia estatal. Sin embargo, nuevamente se descorazonan un poco, ya que la escuela rival les sacó bastantes puntos de ventaja y el grupo comienza a dispersarse, y el entusiasmo se va debilitando. Hasta aquí, todo más o menos dentro de lo esperable. Pero entonces, uno de los chicos aparece un día con una copia de las preguntas del examen. Y después de muchas películas sobre autosuperación, uno da por descontado que el profesor hará lo correcto, instando a sus alumnos a no utilizar el examen robado, a seguirse esforzando, y participar y ganar actuando honestamente. Al menos, dentro de los mitos a los que Hollywood nos tiene acostumbrados, el de la meritocracia es uno de los que más les ha funcionado por décadas. Pero entonces ocurre un raro quiebre porque, luego de una muy corta reflexión sobre el dilema moral que se les plantea, la decisión unánime de los personajes es que usarán las preguntas conseguidas para poder ganar la competencia. Es decir que deciden hacer trampa. Los chicos, poniendo en práctica distintas estrategias para que no sea obvia su trampa, ganan la competencia estatal. Por supuesto que se convierten en la Cenicienta del cuento, y todos los adoran en la ciudad, trayendo a colación ese otro mito tan caro a Hollywood del “tú puedes”... Pero, a instancias del entrenador de la escuela rival, muy herido en su ego por haber perdido frente a semejante escuela, se inicia una investigación bajo la sospecha de que los alumnos de Steinmetz no jugaron limpio. Lo que viene después, resulta emocionante en el sentido de que los adolescentes deciden defenderse, interpretando la investigación como un ataque por parte de los más poderosos hacia los más débiles. Y resuelven mantener su posición hasta las últimas consecuencias. A estas alturas, el profesor, tan involucrado en la mentira como los propios alumnos, decide respaldarlos hasta el final. Recurren a abogados, y en el escándalo también se cuelan los medios, la opinión pública y todos los elementos imaginables que concurren en situaciones de este tipo. Obviamente la trampa se descubre, a los chicos les retiran sus medallas, se produce el castigo social esperado, y Whitney Young gana por enésima vez la competencia académica. Y colorín colorado... Lección final podría ser: no mientas, porque te puede ir muy mal. Sin embargo...
La película tiene varios "disparadores" (como dirían los psicólogos) que me movieron a reflexionar. Para empezar y, repito, pensando en las historias a las que nos tienen acostumbrados las películas estadounidenses, me encantó lo subversivo de la idea de trampear para sabotear un sistema. Porque no creo, como me dijo alguien que tambien había visto la película, que se trate de la noción de ganar a cualquier precio. Pienso que el profesor y los alumnos persiguen algo un poco mas grande que la idea de ganar, y es el hecho de cambiar unas reglas de juego que, hasta ese momento, estaban armadas para que sólo y siempre la misma escuela privilegiada pudiera vencer y aumentar su prestigio. Por otro lado, el comité encargado de desenmascarar a los chicos utiliza tácticas coercitivas que no se corresponden con la magnitud de la falta investigada, interrogándolos por separado, con métodos policiales, de manipulación psicológica. Uno se pregunta si es necesario llegar a tales niveles (y más preocupante es saber que se trata de un caso de la vida real) y porqué y para qué se llegó a esos niveles. Y la respuesta quizás obvia es justamente que el incidente ponía al descubierto un sistema educativo injusto, desigual, que funciona para unos pocos. Y, como siempre que el cine funciona haciéndonos reflexionar, no se puede evitar pensar en nuestra propia realidad, donde el sistema es a ojos vista injusto y desigual. Aquí también existen diferencias en el nivel educativo de las escuelas según pertenezcan al ámbito privado o al público, o según el barrio en el que estén localizadas. E incluso muchas escuelas públicas prestigiosas se comportan de un modo elitista en algún punto. Lo que permite que exista una educación para los incluidos en el sistema y otra para los excluidos. Esto es lo que trae a colación la película, o la pregunta que deja: ¿qué es peor: hacer trampa para que una escuela pobre se haga visible socialmente y sus alumnos tengan posibilidad de autoafirmarse, o plantear las reglas del juego para que una escuela prestigiosa gane eternamente de local? Es como si nos dijeran que vale la pena hacer trampa para llamar la atención sobre una situación injusta. La mayor virtud de la película es hacernos compenetrar con un grupo de tramposos y hacernos sentir que estamos tras algo bueno y honesto. Nos crea ese tipo de empatía. Y aquí tienen mucho peso las actuaciones, tan convincentes, de Daniels, Malone, y el resto de los chicos.
No se juzga la mentira o la trampa como pecados irredimibles sino como herramientas a las que tal vez tendremos que recurrir en nuestra vida para lograr un poco de justicia. El concepto es discutible, uno puede ser contrario a él, pero no deja de ser atractivo que exista una película que se atreva a plantearlo.
Y vuelvo a las actuaciones porque Jeff Daniels, componiendo a ese profesor desilusionado del sistema, nos envuelve con la lógica de su personaje. Y los alumnos resultan absolutamente creíbles, lejos de los estereotipos de chicos bellos pero tristes. Y Jena Malone, me parece que es una de las mejores actrices de su generación. Lamentablemente no brilla en el olimpo de las diosas como Johansson, pero es extremadamente talentosa e inteligente y, por lo tanto, y para mi gusto, superior a muchas otras de su edad.
Al menos después de bastante tiempo, vi algo que me hizo entusiasmar, y pensar, lo que no es poco teniendo en cuenta lo que generalmente hay para ver.