jueves, 11 de enero de 2007

el gran golpe


Piensen que soy paranoica si quieren, que no les voy a reclamar nada. Pero me ocurre algo extraño a causa de un evento tonto que he tenido. La historia es asi: hace unos días venía yo caminando hasta que, en un momento dado, doblo en la esquina de mi casa. No me di cuenta de que había una bicicleta apoyada contra la pared, asi que pasé como venía y me di un golpe con el manubrio. Dolió bastante, y mentalmente repetí mi mantra habitual: "mierda, mierda, mierda... la concha de tu reverenda madre bicicleta de mierda...". Seguí mi camino con unas lagrimitas en los ojos (del dolor) y hete aquí que, para la noche, me había aparecido un gran hematoma en el antebrazo (izquierdo). Al día siguiente, la gente notaba la huella de mi encontronazo con la bici asesina, asi que me preguntaban cómo había pasado. La cuestión es que cuando explicaba cómo había ocurrido empecé a notar que algunos se desilusionaban con la explicación: es más, notaba que algunos pensaban que les ocultaba el "verdadero modo" como me había hecho semejante moretón. Por más que mi relato sea dicho en un tono de lo más neutro y corriente siento que a algunos no les convence y, algo incómodos, dejan de preguntar sobre el golpe como si no quisieran tener que ponerme en el aprieto de seguir falseando los hechos. El efecto de esto es que, en realidad, y conforme pasan los días, pierdo mi naturalidad cuando refiero el suceso y me pongo un poco nerviosa como si en realidad sí les estuviera mintiendo. Y todo porque la gente siempre espera algo más extraordinario de lo que en realidad son las cosas. Fantaseo con poder adivinar qué les gustaría escuchar y bromearles justamente con eso...

miércoles, 10 de enero de 2007

¡Que vivan los clásicos!!



Otra cosa más, y me voy a dormir: estoy leyendo un libro con una selección de cuentos de autoras argentinas (nuevas narradoras argentinas dice la tapa) y me parece que a las escritoras seleccionadas para publicar los cuentos y/o relatos y/o ensoñaciones y/o qué se "yo qué sé qué son estas cosas", les falta un poco de trayecto literario. Da la impresión de que se quedaron en la etapa del taller de escritura porque no hay nada rescatable en ese puñado de ¿relatos? que figuran en ese libro. Para mi que alguna amiga de todas ellas, editora tal vez, tuvo la feliz idea de agasajarlas con un libro y entonces recopiló todo y lo publicó. Pero la verdad que todo parece una gran broma macabra. Capaz mi gusto es medio corriente u ordinario y no comprendo las reglas del relato moderno, pero la mayoría de esas especies de cuentos (que ninguno llega a serlo) son disgresiones incomprensibles que no te dicen nada. No pretendo que sean Katherine Mansfield pero... ¡chicassss!! ¡tengan piedad por el lector!!! Un tiempo atrás leí un artículo de Quintín (en Bonk) en el que se quejaba (ciertamente que con más clase y más fundamento que yo) de más o menos lo mismo, en relación a un libro parecido a éste del que hablo que se llama algo así como "La joven guardia" o algo por el estilo. Reconozco que no soy una lectora exigente pero el libro este me colmó la paciencia....

La encuesta (del gran diario argentino)

Una encuestadora llama a casa para conocer mis hábitos de lectura de los diarios. Pero despues de varias preguntas y muchos rodeos, y en base a las opciones de respuesta que me iba ofreciendo, me di cuenta de que la cosa venía por el lado de "Clarín" y, más específicamente, por el lado del suplemento "Ñ"... en fin... como diría un jefe mío, ya ni en las encuestas se puede creer...

Italo máster...

Hay un cuento de Italo Calvino que leí hace bastante tiempo ya, y hace poco releí. Ahi va:

Italo Calvino
La Tribu que Mira al Cielo

Las noches son espléndidas y los misiles atraviesan el cielo de verano. Nuestra tribu vive en cabañas de paja y barro. Al oscurecer, después de recoger los cocos, cansados, nos quedamos en los umbrales, unos sentados sobre los talones, otros en una estera, los niños de barrigas redondas como globos juegan en el suelo, y contemplamos el cielo. Desde hace mucho tiempo, quizá desde siempre, los ojos de nuestra tribu, nuestros pobres ojos inflamados por el tracoma, están clavados en el cielo, pero especialmente desde que en la bóveda estrellada, sobre nuestra aldea, corren nuevos cuerpos celestes: aviones de reacción con su estela blanquecina, discos voladores, cohetes, y ahora esos misiles atómicos teledirigidos, tan altos y veloces que ni siquiera se ven o se oyen, pero prestando mucha atención se puede percibir en el centelleo de la Cruz del Sur algo como un estremecimiento, un sollozo, y entonces los más expertos dicen: «Por ahí ha pasado un misil a veinte mil kilómetros por hora; un poco más lento, si no me equivoco, que el que pasó el jueves». Y desde que ese misil está en el aire, muchos de nosotros sienten una extraña euforia. Algunos de los brujos de la aldea han dado a entender, muy por lo bajo, que estos bólidos surgen del otro lado del Kilimanjaro, y que ese es el signo anunciado por la Gran Profecía, y por eso la hora prometida por los dioses se acerca, y tras siglos de servidumbre y de miseria, nuestra tribu reinará en todo el valle del Gran Río, y la sabana inculta dará sorgo y maíz. Por lo tanto -parecen sobrentender estos brujos- no hay que ponerse a soñar con nuevos sistemas para salir de nuestra situación: confiemos en la Gran Profecía, reunámonos en torno a sus únicos verdaderos intérpretes, sin pedir más. Es preciso decir, sin embargo, que aunque seamos una pobre tribu de cosechadores de cocos, estamos bien informados de todo lo que sucede: sabemos qué es un misil atómico, cómo funciona, cuánto cuesta; sabemos que no sólo las ciudades de los sahibs blancos serán segadas como campos de sorgo, sino que a poco que se pongan a dispararlos, toda la corteza de la Tierra quedará rajada y esponjosa como una termitera. Que el misil es un arma diabólica nadie lo olvida jamás, ni siquiera los brujos; más aún, continúan según la enseñanza de los Dioses, profiriendo maldiciones contra él. Pero esto no quita que sea cómodo considerarlo también, en el buen sentido, como el bólido de la profecía; tal vez sin detener demasiado el pensamiento en él, pero dejando en la mente una rendija abierta a esa posibilidad, porque así desaparece también toda preocupación. Lo malo es que -ya lo hemos visto muchas veces- después de aparecer en el cielo de nuestra aldea, desde hace un tiempo, alguna cosa diabólica queproviene del otro lado del Kilimanjaro, como quiere la profecía, aparece otra desde el lado opuesto, todavía peor, y sale disparada para desaparecer del otro lado de la cresta del Kilimanjaro: señal infausta, pues, y las esperanzas de la proximidad de la Gran Hora quedan defraudadas. Así, con sentimientos alternados, escrutamos el cielo cada vez más armado y mortífero, como en otros tiempos leíamos el destino en el curso sereno de los astros o de errantes cometas. En nuestra tribu no se discute más que de cohetes teledirigidos y mientras tanto seguimos armados de rústicas hachas y lanzas y cerbatanas. ¿Por qué preocuparse? Somos la última aldea en el confín de la jungla. Aquí entre nosotros nada cambiará antes de que suene la Gran Hora de los profetas. Y sin embargo también aquí ha pasado el tiempo en que de vez en cuando un comerciante blanco venía en su piragua a comprar cocos, y a veces nos estafaba en el precio, a veces éramos nosotros los que le hacíamos lo propio; ahora está la Coccobello Corporation que compra toda la cosecha en bloque e impone los precios, y estamos obligados a recoger cocos a ritmo acelerado, en cuadrillas que se alternan día y noche para llegar a la producción prevista en el contrato. No obstante, hay entre nosotros quien dice que los tiempos prometidos por la Gran Profecía están más maduros que nunca, y no por obra de los presagios celestes sino porque los milagros anunciados por los dioses son ahora otros tantos problemas técnicos que sólo nosotros podremos resolver y no la Coccobello Corporation. ¡Nada más que eso! ¡Entre tanto, quién toca a la Coccobello! Sus agentes, en las oficinas de los dochs a orillas del Gran Río con los pies apoyados en la mesa y el vaso de whisky en la mano parece que sólo tuvieran miedo de que este nuevo misil fuese más grande que el otro, en fin, que también ellos es de lo único que hablan. Hay coincidencia, en eso, entre lo que dicen ellos y lo que dicen los brujos: ¡en la potencia de los bólidos celestes es donde reside todo nuestro destino! También yo, sentado en el umbral de la cabaña, miro estrellas y cohetes que aparecen y desaparecen, pienso en las explosiones que envenenan los peces del mar, y en las reverencias que se hacen, entre una explosión y otra los que deciden las explosiones. Quisiera entender más: ciertamente la voluntad de los dioses se manifiesta en estas señales, y en ellas está incluida también la ruina o la fortuna de nuestra tribu... Pero hay una idea que nadie me quita de la cabeza: que a una tribu que se fía sólo de la voluntad de los bólidos celestes, por bien que le vaya, siempre le darán por sus cocos menos de lo que valen.

martes, 9 de enero de 2007

Scorsese, el infiltrado

Los Infiltrados, si no hubiera existido Infernal Affairs, la pelicula hongkonesa dirigida por Andrew Lau y Alan Mak, podría verse como una nueva obra genial de M. Scorsese. Pero los sentimientos se vuelven ambiguos cuando uno ya vio la peli china. Es que Infernal Affairs es tan perfecta y tan "matemática" en su factura, que cualquier otra versión pierde frente a la comparación. Tiene, como la mayor parte del cine asiático, una dosis justa de acción, mezclada con cierto toque de melodrama y tragedia al mejor estilo clásico. Por otro lado, la carga de misterio y ambiguedad de algunos personajes, fundamentalmente el de Lau (Andy Lau, ningun parentesco con el director; y que sería el equivalente al de Colin/Matt Damon), le dan un plus a la historia, pues lo enigmático del personaje es lo que plantea justamente ese filo casi imperceptible entre el bien y el mal sobre el que la película parece querer hacernos reflexionar.No me molestan las remakes si están bien hechas, pero si me rompe un poco que Scorsese, cada vez que le preguntaban por la original hongkonesa prácticamente la ninguneaba, como si no hubiera tenido ninguna incidencia sobre su propia película. Me pareció intuir en esa actitud una mezcla de soberbia y envidia, como si hubiera dicho "puta madre! ¿cómo no se me ocurrió a MI primero????